El papel crucial de las mujeres sefardÃes en la preservación de las tradiciones
Durante siglos, miles de mujeres en tierras de habla hispana y portuguesa —muchas sin saberlo— se convirtieron en las guardianas silenciosas del alma judÃa.
Descendientes de judÃos sefardÃes convertidos a la fuerza, vivieron una fe sin nombre. Una espiritualidad que no se pronunciaba, pero se cocinaba, se encendÃa, se tejÃa en las manos, se pasaba de abuela a nieta, de madre a hijo.
No lo decÃan con palabras: lo decÃan con lo que hacÃan. Y tú —como muchos— lo sabÃas, incluso antes de entenderlo.
"Si nuestra fe y tradiciones han sobrevivido a siglos de persecución, es gracias a las madres, abuelas y mujeres que, en el silencio del hogar, preservaron nuestra esencia y la transmitieron como el tesoro más valioso."
Mi abuela se persignaba. Iba al templo. AsistÃa a las fiestas católicas. Pero en casa… no habÃa imágenes religiosas. Ninguna cruz. Ningún santo. Ningún cuadro de la Virgen. Todo era sobrio, limpio, sin adornos. ParecÃa que no fuera católica. Y sin embargo, lo era… al menos por fuera. Hoy entiendo que en esa casa vivÃa una fe más antigua. Una fe escondida entre las paredes, en los hábitos, en el silencio.
Las mujeres conservaban recetas ancestrales, modificándolas para disimular su origen judÃo mientras mantenÃan su esencia. Evitaban mezclar carne y lácteos, no cocinaban en sábado, y purificaban la carne sumergiéndola en agua y sal. Estas prácticas culinarias se convirtieron en códigos secretos de identidad judÃa.
EncendÃan velas los viernes al atardecer sin pronunciar las bendiciones hebreas, limpiaban la casa antes del sábado, y cambiaban las sábanas. Durante Pésaj eliminaban discretamente el pan y productos fermentados. Celebraban festividades judÃas bajo la apariencia de fiestas cristianas.
TransmitÃan fragmentos de oraciones en hebreo y ladino, a menudo enmascaradas como canciones de cuna o cuentos populares. Enseñaban a sus hijos sutiles formas de reconocer a otros criptojudÃos mediante códigos lingüÃsticos y frases con doble significado.
MantenÃan costumbres judÃas en nacimientos, bodas y funerales. Lavaban a los fallecidos según la tradición judÃa, orientaban los cuerpos hacia Jerusalén, y observaban discretamente perÃodos de duelo especÃficos, todo mientras aparentaban seguir rituales cristianos.
Después de las conversiones forzadas en España (1492) y Portugal (1497), miles de judÃos fueron obligados a asumir públicamente el cristianismo. En el Nuevo Mundo, muchos de ellos practicaban un catolicismo externo… y en secreto, seguÃan conectados con sus raÃces judÃas.
• AsistÃan a misa.
• Se persignaban en público.
• Participaban en procesiones.
• Bautizaban a sus hijos.
• Colocaban una Biblia abierta (si acaso), sin imágenes.
• No habÃa crucifijos ni santos.
• No se rezaban avemarÃas ni rosarios.
• Se encendÃan velas los viernes al anochecer.
• Se evitaba el cerdo, mariscos, y la mezcla de leche con carne.
• Se usaban nombres bÃblicos: Esther, Sara, Isaac, ElÃas.
• Se enseñaban oraciones sin mencionar a Jesús.
• Se rezaba mirando al cielo… en silencio.
• EncendÃan velas cada viernes sin decir por qué.
• CubrÃan los espejos cuando alguien morÃa.
• No comÃan cerdo. Solo sabÃan que "asà lo hacÃa la abuela".
• HervÃan y salaban la carne antes de cocinarla.
• Se bañaban ritualmente antes de ciertos dÃas.
• A los niños se les hacÃa una "limpia con agua" al octavo dÃa.
• Se rezaba en voz baja, sin santiguarse.
"Mi bisabuela me enseñó a encender dos velas los viernes por la noche. Me dijo que era una costumbre antigua de la familia, pero que no se lo contara a nadie."
"Mi abuelo nunca comió cerdo. DecÃa: 'eso no se come en mi sangre'."
"Cuando alguien morÃa, mi abuela cubrÃa todos los espejos con una sábana blanca. Nadie podÃa tocar la comida hasta que se encendiera una vela."
"Mi madre hervÃa la carne y la salaba. Pensábamos que era para conservarla, pero ella decÃa: 'asà lo hacÃa mi abuela y su abuela también'."
"En mi casa, a los niños varones se les hacÃa una limpia con agua el octavo dÃa de nacidos. Nadie sabÃa por qué."
Las mujeres sefardÃes no solo preservaron tradiciones; fueron agentes activas de resistencia cultural y religiosa en épocas de persecución. Estas son algunas de las formas en que mantuvieron viva la identidad judÃa:
Enseñaban a sus hijos la historia del pueblo judÃo a través de cuentos orales, canciones y tradiciones familiares. TransmitÃan valores judÃos como la caridad (tzedaká), el estudio y la importancia de la comunidad.
Formaban redes de apoyo entre mujeres que compartÃan conocimientos sobre tradiciones, recetas y prácticas religiosas. Estas redes fueron fundamentales para mantener la cohesión comunitaria en tiempos de dispersión.
MantenÃan el calendario judÃo en secreto, asegurándose de que las festividades y dÃas especiales fueran observados, aunque fuera de manera discreta y modificada para evitar sospechas.
Ocultaban y protegÃan objetos rituales como candelabros, libros de oraciones y otros elementos religiosos, a menudo disfrazándolos como objetos cotidianos o decorativos.
Aunque muchas de estas "guardianas silenciosas" permanecieron anónimas, existen historias documentadas de mujeres sefardÃes que desempeñaron papeles cruciales:
Una de las mujeres más poderosas del siglo XVI, utilizó su fortuna y conexiones para ayudar a judÃos secretos a escapar de la Inquisición, creando una red de escape a través de Europa hasta el Imperio Otomano.
Descendiente de la ilustre familia Abravanel, fue conocida por su erudición y filantropÃa. Mantuvo vivas las tradiciones sefardÃes en Italia tras la expulsión de España.
En la comunidad cripto-judÃa de Belmonte, Portugal, las mujeres preservaron durante 500 años prácticas judÃas en secreto, transmitiendo oraciones y rituales exclusivamente por lÃnea femenina hasta su redescubrimiento en el siglo XX.
Hermana de Luis de Carvajal "El Mozo". Fue arrestada junto a su madre y hermanas por practicar el judaÃsmo en secreto. Mariana fue ejecutada en 1596 en un auto de fe en Ciudad de México. Su caso aparece en muchos documentos de la Inquisición como sÃmbolo de fe inquebrantable.
Procesada por la Inquisición en 1642 en Ciudad de México. Fue acusada de observar el ayuno de Yom Kipur y de no comer cerdo. A pesar de ser torturada, sostuvo que solo cumplÃa "las costumbres de sus antepasados".
Nacida en Portugal y trasladada a Nueva España, fue acusada de judaizar junto con varios miembros de su familia. Su testimonio es uno de los más detallados en los archivos inquisitoriales por su defensa del sabbat y la cocina kasher.
Blanca fue acusada en el siglo XVII de encender velas los viernes por la noche y de enseñar oraciones en hebreo a sus hijas. Ana fue denunciada en Guadalajara en 1665 por "no santificar los domingos" y por "hablar en voz baja frente a una mesa iluminada", interpretada como una cena de shabat clandestina.
• "Nosotros no somos como los demás… pero no digas nada."
• "Asà se hace porque asà lo hacÃa tu abuela."
• "No comas eso, no es de nosotros."
• "Prende esta velita y pide en silencio. No te persignes."
• "No pongas esa cruz. Nosotros rezamos diferente."
La Inquisición registró numerosos casos de mujeres como tu abuela:
• Que se persignaban en la calle pero rezaban en secreto sin cruz.
• Que tenÃan habitaciones ocultas donde encendÃan velas los viernes.
• Que bautizaban por obligación, pero enseñaban otras prácticas en casa.
• Que recitaban oraciones hebreas fonéticas, sin saber hebreo.
Muchos criptojudÃos ya no sabÃan que eran judÃos. Solo sabÃan que eran "diferentes".
La identidad se transmitÃa sin palabras, sin libros, sin idioma. Se pasaba en los gestos. En el alma. En la abuela.
Hoy las reconocemos por lo que son: Guardianas Silenciosas.
Madres, abuelas, hermanas, tÃas… No hablaban de su fe. La tejÃan en la vida diaria.
Tu abuela pertenece a esa estirpe.
No necesitaba decir "soy judÃa". Su alma lo recordaba, aunque su boca no lo dijera.
"Si nuestra fe y tradiciones han sobrevivido a siglos de persecución, es gracias a las madres, abuelas y mujeres que, en el silencio del hogar, preservaron nuestra esencia y la transmitieron como el tesoro más valioso."